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viernes, 14 de febrero de 2014

No fue para siempre

El Sauce

Se ensordeció la madrugada y no oyó,
sus pasos alejándose.

Se nublaron las estrellas  de la noche,
y  no le vio partir.

Le buscó , tendiéndole  sus manos
y  no le encontró.

El alba le susurró su dramática despedida,
su trágico adiós.

Y ella supo…  que ya no nunca regresaría.

Gracias por vuestras lecturas y comentarios.
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miércoles, 29 de enero de 2014

Surgió la luz de la nada

Vagando  por  abruptos caminos,
Sin rumbo ni destino, al azar.
Sin luz de faro que me guie,
Caminante sin final.

Ardua y triste travesía,
De pedregosa vereda,
En  solitaria compañía,
Abrazado a la tristeza.

Surgió la luz de la nada,
Iluminando la senda,
Colores del paraíso
Sonidos de  primavera.



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miércoles, 6 de noviembre de 2013

El banco bajo el Sauce.

El Sauce

Se levantó nada mas sonar el despertador,  aún no había amanecido, y  el cuarto estaba a oscuras.

Buscó, palpando en la mesilla de noche, los fósforos y encendió la candela.
En el baño, el picado espejo le reflejó un rostro taciturno y cansado, surcado de profundas arrugas  y ojos tristes.

Un fuerte ademán de cabeza para  alejar esos pensamientos y con decisión se dirigió al cuarto.

Se vistió la  camisa amarillenta y la gastada corbata de  dibujos de cachemir, ya pasada de moda.  Enfundó  el traje gris, brillante ya de lo gastado. Volvió a mirarse al espejo e hizo  un gesto  de satisfacción.

Recolocó la plantilla de cartón para tapar el agujero de la suela y se calzó los relucientes zapatos.

En eso si que no transigía, siempre lustrosos, cada noche dedicaba un buen rato a sacarles brillo frotándolos enérgicamente con un trozo de gamuza.

Hoy no se pone colonia, ya no queda; coge el maletín y sale.
En la  escalera, que ya  huele a humildes potajes,  se encuentra algún vecino que le saluda con respeto. Es el señor del cuarto.  Solo él tiene ese título. Le consideran y admiran. Bien vestido y educado, debe ser un hombre importante…

Camina a paso ligero, alejándose  hasta que encuentra un banco bajo un sauce, se sienta y saca del maletín un viejo libro.  Finge leer, mientras recuerda  con añoranza los  tiempos vividos y espera que pase el tiempo para regresar a casa.

Mañana sonará el despertador, y todo será igual…….


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miércoles, 2 de octubre de 2013

París en rose.

París coloca el lazo  y se pinta de  color rosa  movilizándose por la lucha contra el cáncer de mama.
Este es el tumor maligno mas frecuente entre las mujeres de todo el mundo. El riesgo de padecerlo es de aproximadamente 1 de cada 8. 
La ciudad de la luz se ilumina apoyándolas en esa dura batalla. 


miércoles, 25 de septiembre de 2013

El Sauce de Lucía

Allí, en una  nube nació su Sauce, el Sauce de Lucía.

Nació de una bola de algodón que estaba suspendida en el Aire.

Lucía, no recuerda cuando fue por primera vez que lo vió , ni como lo encontró.  Tan solo sabe que existe ese lugar, que su nube esta allí, y que puede ir cuando lo necesita. En el Sauce, Lucia estableció su refugio. 


Cada vez más a menudo. Cuando sus sentidos se paralizan y su mente se muere,  en su espalda le brotan  dos grandes y blancas alas que le transportan a su nube. Y allí está a salvo, allí es inmortal.


Renacen sus sentidos,  escucha dulces melodías que salen de un arpa, y ve blancos paisajes de dulce de algodón. En sus manos siente el tacto suave y esponjoso de su nube, y en su piel la calidez de los rayos del sol. Y huele la limpia  fragancia de la madre Naturaleza, y resucita...

Desde esa alta fortaleza mira hacia abajo y contempla a los suyos,  se ve a si mismo, y comprende que tiene que volver,  que no puede abandonar, que le queda tarea por hacer.

Lucía, se siente renovada y con fuerzas para volver al mundo,  a su mundo. 
   
Con tristeza se despoja de sus alas y mira alrededor, para intentar recordar. Sabe que pronto volverá, que tendrá que hacerlo, y se va, sabiendo que su sauce en la nube siempre estará ahí. 

El Sauce de Plata.

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jueves, 5 de septiembre de 2013

Los papeles arrugados de Gonzalo Márquez


Comenzó a nevar. El viento que susurraba a  los abetos perturbaba la calma que se respiraba dentro de la cabaña, donde un momento antes tan solo se oía el dulce repiquetear de los leños en la chimenea y una sinfonía de Brahms que un hombre,había puesto en la gramola.

Estaba oscureciendo, solo el fuego y unas velas que  iluminaban el trasluz de las dos copas de vino apagado que dejaban entrever  la macabra silueta de un revólver en el suelo junto al sofá. Abatido, miró la máquina de escribir, se quitó las gafas y las puso sobre ella; hoy no era su día. Esparcidos sobre el pelo de la  alfombra  había decenas de folios arrugados, no había escrito nada.

Su mente se había bloqueado hacía varios días ,desde cuando escribía el capítulo del cementerio de su novela.  El capítulo donde daban tierra a Gonzalo Márquez , entre las únicas lágrimas de una madre, la cansina oratoria del cura y la tenebrosa mirada del sepulturero, que bajo un sauce se cobijaba esperando su turno.

La daga asesina de la traición, de la visión de su amada en los brazos un ladrón de ilusiones, fué la que impregnó de pólvora el aire de la cabaña, la que acabaron con Gonzalo. 

El escritor ahí se había quedado, no sabía  seguir, no tenía argumentarío, su mente se había espesado.

Se acercó a la ventana, la nieve que estaba borrando el camino y la oscuridad se adueñó del bosque.  Los árboles se agitaban  componiendo fantasmagóricas formas. Un escalofrío  le recorrió la espalda  e hizo que cerrara de golpe la cortina.

Cogió una de las copas de vino y miró con ternura y sollozos el carmín inexistente del borde de la otra. Se sentó frente al fuego observando extasiado las filigranas de las llamas,  las contorsiones en una sensual y tranquilizadora danza de rojos y amarillos, cabellos de oro que ya nunca mas volvera a peinar con sus manos. 

Y pensó en su novela. Se dió cuenta de que no iba a acabarla, aquellos papeles en la mesa, se tirarían, o alguien dedicaría un tiempo a leerlos y decidiría continuarla


Se levantó y se vió. Ahí estaba, en el sofá, deshauciado, con la mirada ida en el fuego, el vino en su regazo y un charco de viva sangre sangre que aceitosamente se extendía por el suelo, hacía los papeles arrugados, hacia la única línea que iba a permanecer como recuerdo de la novela, el nombre de su autor : Gonzalo Márquez. 

El Sauce.

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viernes, 16 de agosto de 2013

SOÑANDO

Esta noche soñé que las hojas plateadas de mi sauce se tornaban color púrpura, que se estaba  marchitando, como si el sauce se fuera muriendo...

Y descubrí que mi sauce tenía una gran amargura  en su corazón, una enorme pena.
Le veía tan  fuerte, tan brillante y  majestuoso, que nunca presentí que no fuera feliz.
Y no lo era. Mi sauce había vivido en otros lugares y lo recordaba con nostalgia. 
Añoraba aquellos sitios, aquellas gentes... Añoraba aquel ático, refugio de los días de lluvia, aquella galería llena de sol y flores, aquel jardín  plagado de risas de niños...
Mientras lo relataba, miles de lágrimas resbalaban por sus hojas.
Desperté, solo fue un sueño, me dije.
Pero... me prometí devolverle  a mi sauce a su verdadera vida.

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